martes, 13 de mayo de 2008

CONEXIONES

Las conexiones entre la etnografía y el periodismo parecen ser como los días de un árbol. El etnógrafo, en su afán de captarlo todo, se traslada, vive, interactúa y se transforma en uno más de las personas o elementos con los que trata. Según Clifford Geertz “lo que un buen antropólogo debe hacer es ir a los sitios, volver con información sobre la gente que vive allí, y finalmente poner dicha información a disposición de la comunidad”.

Esto bien podría asemejarse a la tarea de un periodista. Se sostiene siempre un axioma que estipula la presencia directa de quien actúa como cronista a fin de que tal presencia redunde en un buen producto. Ahora bien ¿que sería de una crónica sin la presencia “in situ” de quien más tarde le dará forma? Seguramente, un texto sin vida o con atisbos de ella, pero meramente artificial.

Geertz se vuelve tajante al mencionar que “los buenos textos antropológicos deben ser planos y faltos de toda pretensión. No deben invitar al atento examen crítico literario, ni merecerlo”. Si la etnografía responde a estos parámetros se debe a que su praxis no pretende variaciones ni excentricidades de tipo literario, pero el periodismo puede calzarse un traje más flexible (¿o menos tirano?) para descubrir otros parajes en torno a la enunciación de contenidos, necesita de otra rigidez en el relato, puede manipular ciertas situaciones en la construcción de su objeto, pero tarde o temprano la veracidad de los hechos se impone. Es la rigidez que termina diciendo presente.

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